Pagar millones por un archivo digital parecía una locura. Y sin embargo, así se construyó uno de los mercados más polémicos de los últimos años: el arte en formato NFT.

Más allá de las especulaciones financieras, el arte digital abrió una conversación profunda: ¿qué es lo que realmente valoramos en una obra? ¿El objeto físico, la firma del autor, la rareza, la pertenencia a una comunidad?

El arte siempre ha sido espejo de su época. En la era digital, no sorprende que los lienzos se transformen en pixeles y que los coleccionistas busquen experiencias más que objetos. Artistas jóvenes encuentran en este terreno un espacio para experimentar sin intermediarios y llegar directamente a su público.

Los críticos advierten que el mercado es volátil, pero incluso más allá del boom de los NFTs, lo que queda es una certeza: el arte nunca muere, solo cambia de soporte.

Hoy, ese soporte también puede ser blockchain. Y aunque desconcierte a muchos, quizá dentro de unas décadas lo veremos como un paso inevitable en la evolución del arte.