En una era dominada por redes sociales, la cultura local tiene más posibilidades de convertirse en fenómeno global que nunca antes. Basta un video en TikTok para que una danza tradicional mexicana conquiste audiencias en Japón, o para que una canción indígena llegue a festivales europeos.
La cultura dejó de necesitar grandes escenarios para mostrarse. Hoy cualquier persona con un celular puede volverse embajadora de su identidad y conectar con comunidades a miles de kilómetros de distancia.
Lo fascinante es que lo local se convierte en valor diferencial. En un mundo saturado de copias y tendencias uniformadas, lo auténtico brilla. Una lengua, un baile, una receta familiar tienen un poder enorme porque son irrepetibles.
El reto está en cómo cuidamos ese patrimonio cultural en medio de la exposición global. Que no se diluya ni se convierta en producto vacío, sino que conserve su raíz y su dignidad.
El futuro de la cultura está en lo auténtico, en lo que se vive en calles, plazas y mercados. Y quizá lo que sucede en tu barrio ya tiene todo para ser el próximo fenómeno mundial.