Miles de jóvenes ya lo hacen: compran ropa que jamás usarán en la vida real, sino en sus fotos de redes sociales o en universos digitales. La moda virtual es un fenómeno que crece de la mano del metaverso y la inteligencia artificial.

Marcas de lujo como Balenciaga o Gucci ya venden prendas digitales más caras que sus versiones físicas. La lógica es clara: la identidad ya no se expresa solo offline, también online. Y para muchos, verse bien en Instagram es tan importante como vestirse para una cena.

La moda siempre fue narrativa: una forma de contar quiénes somos, qué pensamos, qué soñamos. Hoy, esa narrativa también se escribe en pixeles.

El reto para la industria es entender que la moda digital no reemplaza a la física, sino que la complementa. Es una capa más en la construcción de identidades múltiples.

El futuro fashion ya no está solo en las pasarelas: está también en los closets virtuales que comienzan a llenar las redes sociales.